domingo, 14 de diciembre de 2008

Derecho a morir



El suicidio asistido en una clínica suiza de Craig Ewert, un profesor de 59 años aquejado de una enfermedad incurable, ha dado un nuevo impulso al debate sobre la eutanasia, reabierto desde hace años en la mayoría de los países europeos, incluida España, pero del que los Gobiernos siguen sin darse por enterados. En este caso, lo que más ha escandalizado a algunos no es la angustia vital de quien sufre una enfermedad que ha deteriorado hasta un límite insoportable la calidad de su vida, sino el hecho de haber autorizado a filmar un documental sobre su muerte y a emitirlo en un canal televisivo británico.


No es una novedad filmar y emitir por televisión un suicidio asistido. En España, la experiencia protagonizada por Ramón Sampedro fue filmada y luego emitida por una televisión privada. En el caso de Ewert, el acuerdo de filmación y emisión fue previo, pero en ambos casos la emisión se debió al interés que suscita un problema que necesita una salida legal con urgencia. La difusión televisiva de la muerte de Ewert, como la de Sampedro, a quienes interpela es a los Gobiernos y a la sociedad. Si la eutanasia estuviera despenalizada y correctamente regulada, ni Sampedro ni Ewert habrían tenido necesidad de contar su lucha. Estaríamos ante lo que es: un hecho personal e íntimo.

Lo que ésta sucediendo en Italia con Eluana Englaro, de 37 años y en estado vegetativo desde los 20, sí que constituye un escándalo. No es admisible que en un Estado democrático la sanidad pública y la clase médica estén dispuestos a boicotear, por motivos religiosos o morales, una sentencia del Tribunal Supremo que autoriza a desconectar la sonda que mantiene con vida a la moribunda. Los Gobiernos no pueden aceptar que se mantengan confinados a enfermos incurables y terminales en un trágico terreno de nadie, condenados a saldar con su sufrimiento la falta de voluntad política o convertidos en conejillos de Indias de opciones morales.

Sebastián Julio

1 comentario:

  1. Hola. Varias cosas.
    Los derechos personales no son absolutos y no prevalecen siempre, por ejemplo,la propiedad cede ante los embargos o en algunos casos la expropiación, en mayor medida la autonomía del paciente cede cuando entra en conflicto con la vida propia, requisito y fundamento de todos los demás derechos. La autonomía no es absoluta. Nadie, por mucho que quiera, puede aceptar ser esclavo, nadie puede aceptar que lo maten: tanto los derechos humanos como el derecho a la vida son inalienables e irrenunciables.
    Del artículo que comento se colige que el autor considera que hay situaciones humanas tan duras que las personas pueden decidir que las tales son argumento suficiente para considerar que la vida no es llevable, indigna. Se sigue una consideración personal, subjetiva, respecto a la dignidad de la vida, ergo, cada cual puede decidir cuándo y en qué situaciones su vida ya no vale la pena vivirla, de lo cual se deduciría que por ejemplo la lucha social contra la anorexia es un absurdo ¡claro! la autonomía personal no ha de ceder a presiones morales o religiosas (según el autor, no entraré a discutir la objetividad de la moral) y si una persona considera que con diez kilos más su vida es indigna, pues dejémosla, no hagamos nada, vaya cosa.
    La experiencia mundial ha demostrado que cuando las sociedades le abren las puertas al suicidio asistido la supuesta libertad a la cual aluden los defensores de la eutanasia (bastante discutible sobre todo considerando las condiciones y presiones psicológicas del enfermo)deviene en una cosificación de la dignidad humana y de la vida misma impresionante. ¿Enfermos?: jaja, no. Son camas, camas que claramente son mas rentables con otros pacientes. ¿Decisión del enfermo? no: familia y los propios médicos deciden. El hospital ya no es aquel lugar seguro donde el enfermo sabe que el médico hará todo lo posible por salvarle la vida, dignando el juramento hipocrático que hizo cuando expresó (¿Hipócrates?: ni un Papa ni un obispo ni un pechoño. Un pagano griego, parece que la cuestión no es religiosa) puede sugerir su muerte. Además, el pobre enfermo, se ve tremendamente presionado, emocionalmente débil y generalmente cede ante la presión de que su familia mucho esta gastando, así es.
    El tema es eterno, quedo acá por la hora. Legalizar el suicidio asistido ha sido nefasto para las sociedades que han dado el paso y se hace menester para todos los defensores de la igual de dignidad de las vidas humanas luchar porque se proteja tal realidad con todas nuestras fuerzas.
    saludos,

    Juan Pablo Rodríguez

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